Los viajes de Sullivan (1941)

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Emilio Martín Piñero
Se acaban de cumplir 70 años del estreno de una de las películas más míticas del Hollywood de oro: “Los viajes de Sullivan”. Obra del gran Preston Sturges, su vida, tan alocada y excéntrica como la de muchos de sus personajes, conoció los altibajos propios de los genios a los que su talento les impide vivir con las normas de la sociedad que los rodea.

Nacido en Chicago en 1898, su biografía fue atípica desde el primer momento. Hijo de una familia acomodada, vio durante su infancia cómo sus deseos de dedicarse a los negocios familiares se enfrentaban con los de sus padres que deseaban que se hiciera artista. Se salió con la suya, y ya a los quince años se dedicó a los negocios, sin mucho éxito, aunque poniendo en ellos todo su enorme ingenio (aseguran que llegó a inventar un pintalabios que no desaparecía con los besos). Finalmente, tras un desengaño amoroso decide cambiar de vida y después de tibios intentos en la música decide hacerse escritor.

A principios de los años 30 se traslada a Hollywood alcanzando un gran prestigio como guionista, su enorme capacidad para sorprender se dejó ver en unos guiones plagados de chispa e ingenio, y haciendo de él un escritor de referencia al que con frecuencia sus compañeros recurrían esperanzados en solucionar cualquier problema de guión. Su fama en la profesión era enorme y, como era de esperar, comenzó a tener problemas con algunos directores a los acusaba de no sacar todo el potencial que ofrecían sus guiones. En la época actual no es raro que un guionista salte a la dirección, pero en el Hollywood de aquella época había una estructura a modo de castas, y aún cuando al guionista se le tenía bien valorado (y mejor pagado, Preston Surges llegó a cobrar 2500 dólares semanales ¡hace 70 años!) le separaba de la dirección un muro que nadie había conseguido franquear… hasta que llegó él.

Corría el año 1939 cuando se presentó ante un directivo de la Paramount con el guión de “El gran McGinty” bajo el brazo y una oferta tentadora, él lo dirigiría y sólo cobraría un dólar. La Paramount aceptó, en parte porque le salía barato y en parte convencida de que sería un fracaso que a Preston Sturges le bajaría los humos, pero se equivocó, la película fue un éxito de público y crítica (ganaría el Óscar al mejor guión original en 1940) que permitió a Preston Sturges seguir dirigiendo, y aún más, hizo posible que en años posteriores otros grandes guionistas como Billy Wilder o John Huston siguieran el mismo camino.

Son varias las joyas realizadas por Preston Sturges (mis preferidas “Navidades en julio”, la nombrada “Los viajes de Sullivan” y “Salve, héroe victorioso”) pero incluso en las que se pueden considerar sus películas menores, siempre existe algún momento de tal ingenio que justifica sobradamente que merezcan la pena de verse.
Su vida no tuvo sus mejores años en la etapa final (múltiples deudas, marginado del cine…), muriendo solo mientras escribía sus memorias en un hotel de Nueva York en el año 1959, y dejando en cualquier caso una herencia cinematográfica admirada por cineastas posteriores de la talla de los hermanos Coen.

Sólo la trama de “Los viajes de Sullivan” ya resulta fascinante para cualquier cinéfilo, un famoso director de cine que desprecia las comedias en favor de los dramas, prepara sus proyectos viviendo un tiempo como los protagonistas de la película que quiere dirigir. El destino le jugará una mala pasada, mientras vive como un vagabundo se golpeará la cabeza, perdiendo temporalmente la memoria y acabando en la cárcel. En ella hará un descubrimiento maravilloso, que las comedias tienen más valor que los dramas ya que suponen la única fuente de alegría de mucha gente desdichada, y decidiendo que a partir de entonces sólo realizará comedias pero con un pequeño problema: tendrá que buscar la forma de salir de la cárcel.

Pocas películas demuestran más amor al cine que ésta, consiguiendo asimismo dejar al espectador una sensación de bienestar que justifica sobradamente su visión 70 años después, un auténtico regalo para las nuevas generaciones que no la hayan visto.


Etiquetas: De cine